Testimonios

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Querida hija:
Cuando me enteré que estaba embarazada no cabía en mi otra idea que tenerte en casa. En un ambiente íntimo, acompañada por papá, con la libertad para poder hacer con mi cuerpo lo que él demande y no lo que los relojes necesites. Con la contención suficiente para mirarme bien profundo y desde ese ser tan intenso que todos llevamos medio guardado traerte al mundo. Esa era mi idea. Y con papá emprendimos este viaje enseguida, investigamos, leímos, entrevistamos equipos distintos…
EL lunes tuvimos el último control, y todos coincidimos que parecía que faltaba por lo menos una semana para tu llegada. Yo me sentía muy bien, y vos parece que también!!!
Pero las cosas son así de imprevisibles. EL martes 18 a las 4 de la mañana empecé a sentir contracciones, distintas a las que había sentido, y así medio dormida empecé a registrar que se estaban repitiendo. 4.30 lo desperté a papá y empezamos a contar, papá anotaba todo. Primero eran bien irregulares, pero de a poco iban tomando ritmo. Estuvimos 3 hs anotando, una larga lista. Hasta que les escribimos a Ale y Coty (las parteras) porque empezamos a sospechar que algo se había desencadenado….No había noticias del tapón mucoso, ni de la bolsa….
Nos dijeron que íbamos a ir hablando. Las contracciones pararon, y nosotros descansamos. Pero al rato volvían, asi estuvimos todo el día, anotando, descansando, tomando sol en la terraza, charlando, acompañándonos...por momentos caíamos en la cuenta de que estabas llegando princesa, era un poco irreal, después de tanto tiempo de sentirte día y noche, de verte crecer como una montañita, ibas a estar entre nosotros...guau..qué alegría, qué emoción, qué miedo, tantas sensaciones todas juntas.
Pasamos todo el día en casa, tranquilos, atravesando cada contracción y disfrutando ese día de sol. A la noche comimos viendo una peli, interrumpida por alguna contracción, pero cuando terminamos, a la 01 de la mañana, empezaron contracciones más fuertes, yo me sentaba, hacia las oooo, iba al baño, me acostaba, dormía un poco...papá anotaba… cada tanto lo vencía el sueño y ni las ooooo fuertes lo despertaban.
A eso de las 3 de la mañana ya no podía estar acostada, me traslade al living, pasaba de estar sentada en el sillón, en la pelota, papá me hacía masajes, cada tanto dormimos un ratito, la molestia empezaba a ser cada vez más grande, las ooooo me ayudaban no solo a pasar el dolor sino a poder anticipar la duración, sabía que después de la tercera el dolor bajaba y eso me daba mucha, mucha tranquilidad. Cuando me vencía el cansancio papá repetía conmigo las ooooo y ahi yo volvía a juntar fuerzas. Estábamos tranquilos, pero ya un poco cansados, y yo muy dolorida. Pensaba cuán importante es tomar la decisión de querer atravesar ese dolor, porque de verdad que es muy intenso, y si en ese momento alguien me hubiese ofrecido la peridural, mínimamente lo hubiera dudado… pero estaba muy decidida a querer sentir todo lo que pasara, y esa convicción me ayudó a atravesar cada contracción.

Para eso de las 5 no había posición que me quede bien, solo podía estar de pie y caminar, me tranquilizaba saber que en algún momento iban a traer la pileta de parto (yo la había pedido para pasar mejor el trabajo de parto)... Para este momento una parte de mi se sumergía en cada contracción, en el dolor y la intensidad, y otra parte volvía al mundo cotidiano como si nada, pensando en las tareas pendientes, creo que era demasiado intenso y necesite tener esa puertita abierta…
Las horas pasaban, papá acompañaba en mis necesidades y finalmente a las 9 de la mañana llegó Coty...y con el tacto nos dijo que ya estábamos en ⅞ de dilatación, ufff que alivio, faltaba poco.
Le dije que estaba muy cansada, que necesitaba dormir, y ella con toda su dulzura me explico que era necesario que ahora active, que estaba en un buen ritmo de dilatación, que si descansaba se iban a espaciar y se iba a hacer todo más largo, me sugirió que cuando venga la contracción me ponga en cuclillas, y yo lo intenté pero me fue imposible, el dolor era muy grande...probé distintas posiciones, pero lo que más me resultaba era caminar y agarrarme de alguna pared cuando venía la contracción. Al rato llegó Ale, se acercó tan sigilosamente, y cuando logré levantar la mirada ahí estaba acompañándome muy tiernamente, muy respetuosamente.
Con ella llegó la pileta y los 3 se pusieron a armarla, yo estaba esperanzada, llegaba el alivio…. mientras seguía caminando, circulaba el mate y las facturas, yo no podía tragar nada, pero el ambiente tan distendido me relajaba.
Pileta armada, me zambullí, fue una gran decisión, el dolor seguía siendo intenso, pero entre contracción y contracción estaba acostada, descansando, calentita, charlando…
Al ratito en una de esas contracciones, haciendo las oooo una de las parteras se acerca y me pregunta si tenía ganas de hacer fuerza, yo lo había sentido pero no me animaba, y fue como si con su pregunta me habilitara….ahí mismo en el primer pujo rompí bolsa, y se ve que acomodaste con fuerza tu cabecita, porque te hiciste sentir.
Antes de cada pujo sentía que no iba a poder, me acercaba a las parteras y a papá a decirles que me iba a doler mucho, y ellos sentaditos a mis pies, con una cara angelical me lo confirmaban, y me daban ánimos “Vos podes”...su tranquilidad me daba mucha envidia, pero muchísima seguridad, todo estaba sucediendo normal y amorosamente…

Por un lado estaba aterrada frente a tanto dolor, y por otro lado me hablaba internamente, sabía que era por acá, que yo podía, que tenía que juntar valor y atravesar esto...la niña muerta de miedo y la mujer salvaje estaban conviviendo adentro mio, cada una tan intensamente!!!!
Al siguiente pujo necesité acostarme, sumergirme en el agua, por un momento tapada de agua desaparecí unos instantes, mientras miraba que afuera seguían ellos, hablandome como si fuera en mute y el siguiente pujo me hizo volver, las parteras me invitaban a salir porque ya faltaba poco, pero en ese momento mi cuerpo me decía que no, que ahí estaba mejor y ahí me quedé, sumergida, acostada, muerta de miedo, juntando valor, y con una fuerza de leona en 3 pujos más y con un grito desde las entrañas asomaste tu cabecita, cachorrita….y en ese momento en que sentís que estallas, que literalmente tu cuerpo estalló...apareciste hijaa, violeta, chiquita, en paz y ese dolor que no tiene palabras se convierte en un amor infinito, Mi chiquita, hija mía estás acá!!!
Te abracé, mientras sentía y escuchaba a papá emocionado, que me abrazaba a mi, tan sostenedor, tan compañero, tan sensible y fuerte. las parteras nos abrazaban con su presencia a los dos, seguía confirmando por qué busqué y elegí que el parto fuera así, en un ambiente tan íntimo, tan amoroso, respetando lo que tenía que ir sucediendo momento a momento, hablando cuando es necesario y dejando espacio al silencio, para que resuenen dentro nuestro las voces que necesitábamos…
En ese momento llegó Carlos, sigilosamente y a la vez con esa presencia masculina contenedora, justo a tiempo para el sostén y control del post parto!
En mi sonaron las voces de mi circulo de mujeres, potentes, valientes, tiernas.
Mi madre, y la madre de mi madre, las mujeres ancestrales de mi familia….mi hermana...Frida y Eva, ...mis compañeras, mis maestras, amigas, las embarazadas y mamás que me acompañaron en cada ronda con sus relatos… resonaron y resuenan con sus sabidurías, sus sonrisas, el silencio perfecto para escucharlas y dejarme abrazar por ellas, porque es necesario intimidad y una gran red para atravesar tanta inmensidad, y para poder ahora abrazarte a vos querida hija.

Nuevamente el silencio necesario,ni pinchazos, ni controles, ni gente entrando y saliendo...el tiempo necesario para abrazarnos, mirarnos, tocarnos, sentirnos y empezar a conocernos en intimidad, para recibir esta nueva etapa de teta, upa, llantos...que ya es otro capítulo!!!
Eternamente agradecida a las mujeres que me rodean!!!!!
Y también a la cadena de hombres que me prestan sostén, a mi compañero de vida, a mi padre y el padre de mi padre, a mis hermanos, a los sostenes que buscamos para transitar este camino, Carlos, Esteban, a los amigos...en fin a los que me prestaron y me prestan un poco de su estructura en momentos tan frágiles!
Carolina

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Gracias por tanta magia!!!
"Se dice que las mujeres cuando están en trabajo de parto, abandonan sus cuerpos... Viajan a las estrellas a reunirse con las almas de sus bebés, y regresan a este mundo juntos..."
Mi viaje comenzó el 29/11 a las 3:30am cuando me levante para ir al baño, camino de vuelta a la cama rompí bolsa. Nico, por el ruido, se levantó preguntando que estaba pasando. Lo mismo me preguntaba yo, en ese momento me invadió el miedo a lo desconocido, a no saber que iba a pasar. No lo esperaba, me tomo por sorpresa. Estaba en la semana 38 y, como no creo en las casualidades, Galileo estaba decidido a nacer el mismo día que su padre. Que mágico regalo. Decidí llamar a Ale le conté lo que estaba sucediendo, le aclaraba que yo me sentía bien, me recomendó que descansara y cualquier cosa la vuelva a llamar. Increíblemente después de ese llamado comenzaron las contracciones dando aviso a lo inminente, su llegada. Me metí en la bañadera para ver si cesaba el dolor, me quedaba dormida entre contracción y contracción.
Decidí volver a llamar a Ale para que vengan a ver cómo estaba todo, llego junto a Carlos y me hicieron un tacto, tenía 7 cm de dilatación.
Cada contracción se iba haciendo más intensa, sin posibilidad de pensar o procesar lo que estaba pasando, solo me metía en ellas, en lo más profundo del dolor para poder sobrepasarlas.
Nico, al lado mío, acompañando cómo podía, tratando de no trasmitir la angustia que le generaba verme gritar de dolor, pero entendía que así tenía que ser, tenía que partirme para poder parir.
Yo estaba tranquila, en ningún momento tuve miedo. Sabía que todo era normal y natural, estaba naciendo mi hijo. Las contracciones habían dejado de ser un dolor de ovarios intenso para convertirse en un dolor profundo de cintura, eso me daba ganas de pujar, y así fue. Galileo tenía que empezar a hacer camino y yo tenía que ayudarlo, en cada contracción hacia fuerza y trataba de ir aprendiendo de cada pujo para dirigir y focalizarla de manera correcta.
En algún momento llego Coty fue maravillosa la contención que sentía, estaba acompañada por personas hermosas, que iban a recibir a mi hijo con todo el amor del mundo. Entre glóbulos, miel, vasos de agua y masajes me iban ayudando a transitar este camino hacia la vida.
Había leído mucho sobre el dolor en el parto y como transformarlo en un aliado, una de las partes que más me llamaba la atención era el momento en el cual uno dice "ya no puedo más" y esa rendición te hace tomar más fuerzas para esperar la próxima contracción, es asombroso el poder que tenemos, siempre podemos más.
Iba cambiando de posición, estuve un rato en el baño, en la cama en 4 patas, en cuclillas, pero definitivamente el banco de partos fue el indicado, solo era cuestión de soltar, de poder hacer la fuerza indicada para que nazca, lo podía sentir, estaba ahí, entre contracción y contracción sentía como el bajaba un poco más, sentía ese ardor de la expulsión, quería nacer y yo no veía la hora de conocerlo. Ale, me contenía al lado mío, Coty me alentaba para poder recibirlo, Nico me decía que faltaba poco y Carlos mágicamente apareció en ese momento para sacar alguna que otra foto y darme el último aliento.
Y después de nose cuantos pujos, porque uno realmente entra en un tiempo sin tiempo, sentí el alivio de su llegada, a las 15:15pm nació el maestro de nuestras vidas.
Rápidamente me lo colocaron en mi pecho, y todo el dolor se hizo humo, incluso podría haber parido otra vez, sin dudarlo.
Galileo llego con una paz que todavía perdura en la casa, no se despegó de arriba mío. Esperaron a que el cordón deje de latir para que Nico pueda cortarlo y así fue. Tuve un leve desgarro, ese fue el único momento que Galileo se separó de mi, luego volvió a mis brazos para darle el calor que necesitaba, porque en definitiva lo único que necesitan es no romper esa hora sagrada entre madre e hijo, inexplicable conexión de amor.

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"El parto de josé Luis"
Estás embarazada, querida, mi amor, que bién, estás embarazada, te hiciste el test, el evatest, el retest, el repechaje, tenés un atraso, todo es un gran resultado positivo, que éxito, cómo se van a poner los abuelos, los futuros abuelos, quiero decir, mi suegra cuando se entere, ya lo está contando ella, por teléfono, no pudo contenerse ni guardárselo un minuto, enseguida la llamó a la madre, a mi suegra, porque primero mi suegra y no mi vieja, siempre igual, siempre lo mismo, acapara el teléfono, siempre está un segundo adelantada, parece un reloj de carrera, y bueno, es la madre, como dicen, que la hija con la madre son una yunta, y yo acá, con las manos ocupadas, siempre el mismo gil, filmando y filmando, que filmá esto, cómo no lo vas a filmar, y ahí quedó, el evatest filmado, el test también y el repechaje del test y qué se yo, ahora filmo la llamada de mi amor, mi esposa y ahora futura madre, no la mía, digo, la de mi futuro hijo, pero cierto, que ahora dicen que hijos son hijos desde la concepción, y que escuchan y hablan ahí adentro, sienten, v que no grites, que no pongas la música fuerte, que acariciá la panza y hablale. Yo practico, cuando no está ella practico con una pelota de fútbol, le hablo, la inflo y le hablo, la acaricio y le apoyo la cabeza encima, trato de escuchar y por ahí escucho cómo se desinfla y ahí me despierto, que qué estoy haciendo, que enloquecí y demás.

Un buen día, la que te digo vino con una nueva, que ni te cuento, me quería matar. Que había encontrado una nota, de unos tipos que se atrevían a controlar un parto domiciliario, o algo así, y que eso era lo que estaba buscando, y ahí nomás se despachó con un montón de firuletes verbales, que no a la episiotomía, que no al parto inducido, que no a la perídural, que no al parto horizontal, que no que no y que no, y yo que no entendía bien de qué me hablaba. Ahora no, ahora soy un experto, y te digo todas estas palabras que aprendí después, pero en ese momento, ni hablar, no sabía ni distinguir a la cigüeña de la contracciones, qué queréis que te diga. Lo único que entendí era que todos esos "no" se solucionaban con tenerlo en casa, y ahí me caí de culo, pero la dejé pasar, con una sonrisa, un caballero, siguiendo consejos de no sé quién, que dicen que a las mujeres embarazadas hay que seguirles la corriente, como a los locos, sí, que se ponen loquitas y que hay que darles todos los gustos, entonces yo hice caso de esos consejos que ni me acuerdo ni sé de donde los saqué, pero que me llevaron hasta una reunión en donde me encontré con otras minas así, con el raye que le agarró a ésta, y estaban los maridos, los pobres tipos que las miraban hablar como si estuvieran avistando tierra con Colón, y me veía igual, en esas caras me veía yo, y me daba verguenza, pero qué les pasa, ya no se puede tener hijos como cualquier hijo de vecino?. Me acuerdo que adentro mío la cosa se me complicaba, no quería contradecirla, no encontraba la manera de hacerla recapacitar. Querida, -pensaba en los discursos que podía darle a la noche, en la tranquilidad de la cama, leyendo un diario o una revista, como quien no quiere la cosa-, ¿te parece bien? o ¿lo ves posible?, no sé, así me la pasé los nueve meses, con la revista en la mano buscando el momento oportuno. Pero se me fué pasando, algo de razón tenía la loca, que es su cuerpo, y sí, que no quiere que con su cuerpo se cometan "arbitrariedades", y cada vez que me decía esta palabra pensaba en Castrilli sacando la tarjeta roja. Y sí, que la cesárea era una operación, y sí, y por qué se tendría que operar?, y sí, que al pibe lo apuran a nacer porque en las clínicas se hace negocio, y sí, que no tiene por qué apurarse, y sí, y bueno, y qué se le va a hacer, me dije, y le dije, ya sin fuerzas, ya desganado, casi dispuesto a seguirla, y qué problema hay, si todo el mundo hace lo mismo?. Para qué, me contestó con un arranque de furia, que ella no era todo el mundo, que no le importaba lo que todo el mundo piensa y hace, y que yo soy como todo el mundo, como todos, mejor dicho, y en ese todos estaba yo y el mundo de los maridos desconcertados, a mí, que me parecía de lo más natural, de lo más normal, la clínica, la valijita apurada para rajar de apuro, el llamado telefónico para la reservación, el taxi a toda máquina, el pañuelito blanco al viento, boludeces, ¿viste?; qué se yo, eso que cualquiera se imagina porque lo vió mil veces en la calle, en las películas, las veces que se lo contaron a uno, y yo me manijeaba con eso, y ahí nunca me imaginé otra cosa, ni siquiera se me ocurrió pensar que eso tenía un principio, para mí eso había sido así desde el principio de los tiempos, qué animal...

La cuestión es que me convencí de a poco, en esas reuniones vimos algunos videos que me hicieron pensar que tan grave no era la cosa, hasta me pareció lindo, estar en casa y eso de que todo fuera familiar, los tipos seguíamos mirándolas a ellas medio raro, medio feo, pero empezamos a decir algo, yo dije algunas cosas, y la vergüenza que me daba decir. Para peor sentía que ella me clavaba la mirada en la mejilla, a ver que decía, a ver cómo la dejaba en público, qué difícil che, así no se puede hablar tranquilo, sin trabucarse, pero me animé a decir mis cosas, y hasta llegué a comentar eso que dejaba pendiente en la cama, con la revista en la mano, que siempre me tapaba la cara cuando me dormía. Y así entré en confianza, empecé a preguntar, preguntando se llega a Roma, dicen, y ahora entiendo porqué yo nunca salí del país, viejo, si hasta me pareció que era la primera vez que preguntaba algo, pero algo de verdad eh, algo de esas cosas que te quedan adentro como una espina, me entendés?. Si me preguntaran ahora, después de todo lo que vivimos con este parto, que tal el embarazo de mi mujer, y yo diría qué bárbaro, fué de mi mujer y yo no hice de palo, de poste, no me quedé paradito ahí esperando a que me dieran pelotazos, si los pelotazos me los daba ella cuando quería seguirle la corriente, después ya no, después yo era el que quería la casa, el parto natural, la posición natural, el tiempo natural, los duraznos al natural, todo natural, viejo. Lo tuvimos en casa, che, nadie lo puede creer, cada vez que la loca de mi mujer lo cuenta no le creen, o le creen pero hasta ahí, como que saben qué paso pero como si a ella no le hubiera pasado, como si estuviera contando algo de un libro, es raro, vos sabés. Salió todo bien, no te voy a decir que estaba seguro del todo, que llegué hecho un potro al momento, pero valió el esfuerzo, al rato estábamos comiendo pollo como si nada, con el píbe en brazos repartiéndose entre la familia, que lloraban a moco tendido, sobre todo la suegra, y mi vieja, claro, pero después. Y yo filmando y filmando, de esa no me iba a salvar, si hasta cuando salió le tuve que dar un beso al pendejo agarrando la cámara para que no se me cayera de la emoción.

Mirá, yo no soy un tipo de mucho análisis, vos sabés, pero sí te puedo decir algo, si me preguntas en qué me cambió esta experiencia, es en que me dí cuenta que hay un tiempo para todo, viejo. Como se dice por ahí: "tiempo al tiempo", y es cierto, ¿qué apuro hay? ¿quién te apura?. Yo tenía la idea de que todo esto del parto era saber rajar para algún lado, y que el que tenía que saber y ocuparse de para qué lado rajar era yo, que la otra ya tenía bastante con hacer fuerza y bancarse la que viniera sin chistar. Bueno, me casé con alguien que chista y no hay manera de taparle la boca, y que si ella tenía derecho a chistar, yo también, y eso de rajar y rajar a mí no me va, estaba preparado, como siempre, que me explicaron que hay que madrugar, que hay que llegar temprano, que si antes mejor, que el tiempo es oro, que el soldado es una pelotita de nervios, que usá el tiempo para algo útil y esas cosas que ya sabés. Y es como si en mí algo hubiera nacido.

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"El parto de Luciana"
Llegué de Suiza, en donde había vivido por 5 años, con 6 meses de embarazo, una incertidumbre total y llena de preguntas y de temores. Empezamos con Matías, mi marido, a averiguar donde iba a dar a luz. No sabía si sería en Rosario, lugar que sentí mío durante 24 años (y en donde aún viven mis padres); o en Buenos Aires donde hacía sólo 2 meses que estábamos viviendo y donde tenía un sentimiento de desarraigo por la falta de afectos cercanos. Recuerdo que en una de las clínicas que visitamos pedí conocer la sala de partos y con sólo observar la camilla casi salgo corriendo.
Preguntábamos a todos y por todos lados. Un día a través de una amiga conseguí un número telefónico de un obstetra que me recomendaba. Sin saber quién era, llegamos a su consultorio y conocimos a Carlos.
Hablamos un par de horas, exponiendo nuestras dudas, preguntas y contradicciones. Carlos nos contó un poco sobre su propuesta de parto natural: sin goteo, sin episiotomía, sin medicamentos, con una mamá activamente consciente y un papá presente y participante.
Yo tenía una orientación definida hacia la medicina natural, pero ¿"parto natural"?, me parecía casi una locura. A Matías la idea le pareció fantástica, pero en ningún momento intentó convencerme porque mi posición había quedado claramente establecida.
A pesar de no comentar nada a nadie, la propuesta de Carlos me quedó en la cabeza dando vueltas y también acepté asistir a una reunión en la que él junto a una partera, Raquel, coordinarían un encuentro y mostrarían videos a un grupo de embarazadas con sus parejas.
Cuando llegó ese día yo estaba muy ansiosa, nunca había visto un parto en directo y en el cual la parturienta no hizo más que exclamar: ummmm!... Pedí en broma que proyectaran uno en donde la mujer gritara mucho, porque así imaginaba yo mi parto, y así lo hicieron!.
En esa reunión, acordamos con la partera que íbamos a ingresar a un grupo de preparación con 5 mamás más.
Una vez por semana concurría a los encuentros en su casa , como una preparación física y emocional, trabajando procesos interiores que lentamente fui descubriendo y armonizando, sin saber muy bien adonde iba.
Comencé de a poco a tener más confianza en mi misma y en mis posibilidades. Los papás también asistían a estas reuniones una vez por mes, era muy divertido.
Cada consulta con Carlos era un cambio muy positivo en mis ideas. Escuchando a otras mamás, leyendo y expresando todos mis temores, el miedo fue desapareciendo.
Faltaban pocas semanas para el parto y seguía sin decidirme. Carlos me dijo que me atenderían donde yo quisiera, sea una clínica o en mi casa.
Unos pocos días antes de la fecha establecida, tomé la decisión de tener el bebé en mi casa. La mayoría de la gente me decía que estaba loca, que lo pensara bien, que era peligroso. A unos pocos la idea les fascinaba.
Un día me desperté y sentí que ese era el último día que tendría mi panza, me cambié y salí con mi mamá a caminar, necesitaba estar afuera, necesitaba mostrarla por última vez. En cada contracción descansaba un poquito y seguía caminando.
Cuando volví a casa le dije a Matías que faltaba poco. Mi casa era un caos, estábamos remodelándola y había albañiles y cajas de mudanza por todas partes. Para mí por el momento sólo existía nuestro cuarto. Preparamos y ordenamos todo, seguí levantada para distraerme con el movimiento de la casa y descansaba en las contracciones .
Cuando el dolor comenzó a ser más fuerte, decidí llamar a la partera, me dijo que fuera a su casa, sacamos las últimas fotos de la panza y nos fuimos . El viaje fue muy emotivo, lloré porque sentí la despedida, toqué y acaricié la panza y le pedí que me ayudara para que todo salga bien.
El dolor en un principio me asustó, toda la teoría comenzaba a actuar, pero sabiendo que faltaban unas horas traté de disfrutarlo, inclusive en cada contracción después que el dolor se iba, había un goce enorme, una paz que gratificaba.
Volví a mi casa más tranquila sabiendo que todavía no llegaba el mome
nto.
Entre idas y venidas las horas se pasaban disimulando el dolor. Estaba muy ansiosa, sin saber qué hacer. Probaba posiciones, caminaba, pensaba como sería el parto, como sería nuestro bebé, si estaría bien, sólo pénsaba en él o en ella (no habíamos querido saber el sexo), no quería hablar con nadie y de pronto los quería a todos cerca.
Decidí darme un baño de inmersión porque quería aliviar el dolor e inesperadamente me calmó y me gustó tanto que ahí me quedé.
No quería que Matías se moviera de mi lado y en cada contracción apretaba muy fuerte su mano y le pedía a mi bebé que me ayudara, que dolía mucho. Luego pasaba y la conexión era interna, necesitaba silencio, sentía que todo lo de afuera perturbaba ese trabajo tan intenso, cerraba los ojos y era como un trance, sentía que no estaba ahí, como si volara. Me asusté un poquito pero nunca pensé en pedir la peridural, me sentía feliz y muy cómoda en mi casa y en ningún momento extrañé "la seguridad" de una clínica.
Nadie me apuraba, nadie me obligaba a pujar o a descansar, fue sólo intuitivo, tratando de buscar con mi cuerpo el camino más placentero para dar a luz. No planificamos un parto en el agua, sólo sucedió así, maravilloso.
Cuando llegó el momento, en el baño se encontraban Matías, Carlos, Raquel y Oscar el pediatra. No recuerdo muy bien lo que decían, creo que no los escuchaba, sólo me cuentan que grité bastante. Cuando las contracciones empezaron a intensificarse cambié de posición y de estar cómodamente acostada, apoyé una rodilla en el piso de la bañadera y levanté la otra. De repente sentí un ardor intenso y una fuerza incontenible, casi orgásmica, me llevó a pujar. Todo fue muy rápido, toqué la cabecita que ya asomaba y con un grito casi interminable nació Lena, trayendo consigo la bolsa, y en seguida la pusieron sobre mi pecho. A los pocos minutos salió enterita la placenta, a la que pusimos como abono de un duraznero que plantamos al día siguiente y que mágicamente al tiempo nos dio 18 duraznos, conmemorando la fecha del nacimiento, el 18 de noviembre.
¡Una experiencia inolvidable que seguro se volverá a repetir!.