¿Partos modelo o modelos de parto?

Alternativas para un parto y un nacimiento diferentes.

Los derechos a parir y hacer nacer con libertad y en la intimidad.

Parto respetado, parto y nacimiento respetado Buenos Aires, abril de 2000. Judith y Eduardo se acercan a la consulta. Esperan este nuevo hijo despues de atravesar cada uno experiencias, que luego de vivirlas y con el correr del tiempo, los fueron inquietando.
Al finalizar un embarazo anterior en muy buenas condiciones y no habiendo cumplido el término, ella solicita una consulta y es citada un día viernes. En ese encuentro el médico le informa que están dadas las condiciones y que será internada inmediatamente.
Le colocan goteo y pasadas unas pocas horas, sin haber tenido contracciones francas y sin trabajo de parto, le informan que hay una alteración de los latidos del bebé y entonces es necesario efectuar una cesárea. Bebé sano y mamá bien.
El médico en los días inmediatos posteriores y sin que la mamá tuviera inquietudes le reitera en varias oportunidades que no se preocupara que ya tendría oportunidad para un parto vaginal.
Ahora y en esta nueva espera siente que fue engañada, sin ninguna posibilidad de opinar y decidir nada sobre su experiencia.
Esta suele ser una anécdota habitual en la historia del parto y del nacimiento. Estos hechos siempre estuvieron rodeados de temores, teñidos con las fantasías y los mitos del dolor.
Atormentados con la posibilidad de la muerte propia o del bebé a causa de un imprevisto, la angustia así generada devino en una respuesta del campo médico que se convirtió en una "rutina de atención del parto". Rutina que se fue modelando con la incorporación de una amplia gama de tecnología científica y se definió como el modelo médico de atención.
Hoy muchas mujeres y varones, como Judith y Eduardo, después de su experiencia dicen "quiero un parto natural" . Inmediatamente provocan entre la familia y los amigos voces que se horrorizan, asediados por fantasmas de lo primitivo, sufrimientos y riesgos, y que piensan que estos futuros papás han enloquecido.


Pero ¿qué reclaman estos padres? Reclaman respeto por sus propios tiempos, buen trato, cuidado por la intimidad de la pareja, que no haya intervenciones innecesarias, no atar a las mujeres como objetos en una cama de partos sin poder deambular si lo necesitan, poder experimentar estrategias para soportar el dolor, etcétera, etcétera. En fin, pretenden sentirse protagonistas plenos de esta experiencia.
Poseen la esperanza de que su parto sea único y exigen toda la paciencia y la comprensión de quienes fueron convocados para ayudarlos.
Solicitan la posibilidad de elección, cuando las mujeres están informadas, de parir en cuclillas, paradas, en el piso, o como les plazca.


Es en la búsqueda de un parto natural que han surgido diversas propuestas: parto vertical, parto ecológico, parto en el agua, parto domiciliario, parto humanizado.
Todos estos modelos son visiones parciales de recursos que confluyen en una única necesidad: humanizar una experiencia enormemente impregnada de aspectos tecnológicos innecesarios.
Si de modelos hablamos, y cada pareja tuviera la oportunidad de reflexionar como transcurrir el parto y el nacimiento, nos encontraremos con tantos modelos como mujeres pariendo. Sin embargo, al analizarlo desde la perspectiva a la cual fue llevada, es decir desde el campo médico, sólo existe un único modelo de asistencia: una rutina en la cual la programación es más cómoda para la vida moderna de médicos y parejas apurados, temerosos y sobrecargados de actividades.
La posibilidad reclamada cada vez más por un número importante de mujeres es un modelo alternativo a la asistencia habitual, que requiere:


la presencia de un equipo de profesionales facilitadores de la vivencia plena de mamá, papá y niña/niño por nacer, que entiendan que ellos son los protagonistas exclusivos de esta experiencia conmovedora, vital, dolorosa y placentera.
derecho a la intimidad y a la posibilidad de elegir en qué lugar parir: la casa o una institución, rodeados de un clima sin urgencias y respetuoso de sus desos y necesidades;
con quién estar acompañada al momento de parir, con el varón jugado cuerpo a cuerpo con su mujer y en algunos casos con alguna persona cercana afectivamente a ellas, si así lo desean;
cómo parir: de pie, en cuclillas, en el agua, con música o en silencio, con gritos o exclamaciones, con llanto o con risa, con temores o certezas, como lo sienta;
sin intervención médica innecesaria: enemas, rasurados vulvares, goteos, anestesias, episiotomías;
con el debido respeto a este ser por nacer en sus necesidades de rápido contacto con el regazo de su madre e inicio pausado de su respiración espontánea.


Con la convicción de asistir a un momento de trascendencia de un núcleo familiar particular y único, es como debemos acompañar parteras y médicos. Conteniendo y disponibles para cualquier ocasión que se presente, respondiendo a las necesidades de los padres y sólo observando esta circunstancia original, recurrir a los instrumentos tecnológicos si son necesarios para resolver una necesidad vital superior. Una cesárea no es terrible, solo su abuso desvela a muchas mujeres.
No es mucho pedir, aunque pareciera que los impedimentos abruman. Pero aquellas mujeres que perciben maltrato en el modelo clásico de atención y buscan la satisfacción que desean para transcurrir esta experiencia, en un modelo basado en la libertad de elegir, merecen la oportunidad de saber y conocer como lograrlo. Desde hace tiempo en un encuentro mensual que coordinamos en nuestro equipo, numerosas parejas se acercan en la búsqueda de diferentes alternativas. En conjunto con ellos y con el apoyo de videos de partos, se produce un trabajo de intercambio de experiencias que dan respuestas a dos interrogantes:


¿Qué parto y qué nacimiento queremos?
¿Qué oportunidades tienen las mujeres de expresar sus necesidades en relación al parto y al nacimiento?
La mayoría de las mujeres pueden atravesar el parto sin necesidad de un dispositivo de medicalización y lograr una experiencia gratificante con un sostén emocional efectivo y con respeto a las contingencias propias de la misma.
Una mujer poniendo su cuerpo entre el dolor y el placer. Un varón disponible a sus necesidades, poniendo su cuerpo de soporte y con afecto. Y un niño abriéndose camino en un pasaje emocionante hacia el mundo por conocer.


Toda una ceremonia. Celebremos.